En Gragnano, producir pasta es un arte, un patrimonio de historia, cultura, tradiciones y secretos.
La Pasta di Gragnano es un pequeño milagro que comenzó hace 500 años, cuando los habitantes descubrieron que podían aprovechar el particular microclima de la ciudad para secar pasta. De hecho, en el siglo XIX, la arquitectura del pueblo fue rediseñada para que la luz del sol llegara a los macarrones que se dejaban secar a cualquier hora. La otra peculiaridad de este territorio especial es la presencia de las fuentes de las Montañas Lattari, preciosas también para el funcionamiento de los molinos. De estas montañas mana un agua única, baja en piedra caliza, que da un sabor inconfundible a la pasta.
El resto se hace mediante la fabricación. Una artesanía transmitida de generación en generación. La pasta Gragnano se elabora con sémola de trigo duro y se seca lentamente a baja temperatura: por eso permanece elástica y no se rompe durante la cocción. El troquel de bronce es otra característica que lo hace único: la superficie arrugada resultante es perfecta para contener cualquier condimento. Y por eso incluso los formatos lisos combinan perfectamente con todas las salsas.
Gracias a estas peculiaridades ligadas al territorio y a la producción, ya en el siglo XIX el oro blanco (como llaman los gragnanos a la pasta) se convirtió en la principal industria de la ciudad, conocida en toda Italia. Comida democrática por excelencia, se servía en la mesa de los nobles del Reino de Italia, pero también era el alimento básico de los consumidores de macarrones de las tierras bajas napolitanas. Producto excelente, conocido y exportado en todo el mundo, la Pasta di Gragnano obtuvo la certificación IGP a nivel europeo en 2013: el justo reconocimiento de una tradición artesanal centenaria.
¡Cada formato representa una obra de arte, protagonista absoluta de la mesa, mostrándose como una auténtica "pasta de autor"!